ABRIL 30, 2019
Luis Zambrano
Una mirada ecosocial al manejo de espacios verdes urbanos: el caso de Xochimilco
En las últimas semanas se han anunciado sendos proyectos para la restauración de dos grandes áreas verdes: una en Texcoco, donde se iba a construir el nuevo aeropuerto (NAIM) y el otro en la cuarta sección de Chapultepec en la Ciudad de México. Los designados directamente por el gobierno, sin licitación o concurso, son un arquitecto y un artista plástico; dos profesiones relacionadas más bien con la estética y el objeto. No pretendo criticar los proyectos que están en ciernes, ni tampoco se trata de demeritar estas disciplinas. Pero la restauración y el manejo de los espacios verdes debe de estar diseñada con énfasis en las interacciones ambientales y sociales. Esto se debe a que el ecosistema y la sociedad forman un sistema bidireccional en la que se basa toda la dinámica para la restauración de la zona verde. En otras palabras, en los proyectos de restauración de áreas verdes urbanas, la estética es muy importante, pero la dinámica socio ecosistémica lo es mucho más.
Ilustración: Estelí Meza
Existen muchas razones por las cuales, rara vez, este tipo de proyectos es liderado por algún experto en ecología. Muchas de ellas tienen que ver con las relaciones de poder cultivadas por décadas entre los diferentes grupos profesionales y las autoridades. Pero no me detendré en descifrar todas las causas, sino menciono la que considero una de las más importantes: si hay algo que ha caracterizado a todos los gobiernos, sin importar su ideología, es su fijación con la infraestructura. No importa la ideología del gobernante, la prioridad es producir infraestructura y ésta, presumen, está ligada al bienestar. Y esto no es privativo de nuestro país. Por ejemplo, la velocidad con la que los millonarios franceses se aprestaron a donar grandes cantidades de recursos para la reconstrucción de la catedral de Notre Dame en París, patrimonio de la humanidad según la UNESCO, contrasta con los magros recursos que donan para restaurar los patrimonios de paisaje natural, también de la UNESCO. Sin embargo, en este culto al objeto, tanto la naturaleza como la gente son quienes deben adaptarse a la infraestructura y no al revés.
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